Como dijo mi ídolo en alguna página de su mejor libro pero con palabras mejor elegidas: es mucho más fácil pelear eternamente por merecer un lugar que intentar aprehender la verdad.
Más cómodo y sedentario.
Hace tiempo que me dejé estar ante la nueva realidad. Abandoné la búsqueda. Preferí lo instantáneo a la proyección futura, y le concedí al tiempo su lugar para que haga y deshaga a su manera. Suena como a ateísmo, o incredulidad. Pero no creo que esté tan mal. Al fin y al cabo todo se auto-ordena. Y aunque pensamos que eso implica no decidir, estamos decidiendo desde el comienzo. Pero esa decisión nos libera de presión porque creemos que no somos responsables ante lo que pueda pasar, e imputamos cualquier orden causídico al tiempo que pasó y colocó las cosas tal cual están.
Pero después resulta que nos encontramos con el otro, con su vida planeada desde la hora cero; y ahí interviene otro de los grandes y nos dice que en ese encuentro ajeno nos comenzamos a replantear lo propio. Como si necesitáramos, al fin de cuentas, siempre de un tercero para juzgar nuestra vida. Increíble cómo nos condicionamos.
Creo que todo depende de una decisión de vida. Es tomar una cosa o dejarla por otra.
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